Mamurio fue un artesano que debió ocuparse de replicar un escudo sagrado.
Los dioses obsequiaron al rey Numa un escudo sagrado. Para evitar que se lo roben, Numa encargó a Mamurio la fabricación de otros once escudos lo más parecidos posible al que recibiera del cielo. Los doce escudos fueron protegidos en el Palatino por doce sacerdotes salios consagrados a Marte.
Existieron en Roma unas fiestas en las que se azotaba a un anciano y se lo expulsaba de la ciudad; este anciano representaba a Mamurio.